jueves, 27 de diciembre de 2012

LA NEVADA DEL 62 EN BARCELONA

No soy mucho de revivir tiempos pasados, pero estamos a punto de conmemorar una enorme nevada que dejó una capa blanca y espesa de nieve en la Barcelona de 1962, desacostumbrada a esa condición nevada, que asombró y complicó la vida ciudadana durante unos días.
También trajo mucha alegría porque por fin, los niños y niñas podíamos bajar a la calle y hacer bolas de nieve, guerras de bolas de nieve, muñecos de nieve, esquiar por las pendientes nevadas, bajar en trineo por las cuestas...
Al cabo de 24 horas desgraciadamente, la blanquísima nieve era hielo duro y grisáceo y provocaba resbalones continuos y los pocos coches que circulaban tenían derrapadas y pequeños choques.
Ver en vivo y en directo, sentir el crujido de la nieve bajo las botas, el frío tan diferente acariciando las mejillas, todo tal y como habíamos escuchado en los cuentos, en las radionovelas o en la televisión (en blanco y negro, ojo) constituyó una experiencia vívida e intensa para los que lo experimentamos.
Recuerdo subir a la azotea del edificio y que la nieve me llegara hasta las rodillas (claro, tenía ocho años), ayudar con palas a quitarla, observar el asombro de todos los vecinos, que cotorreaban en la escalera a gritos.
Fue muy bonito, aunque para mí, como experiencia puntual porque la nieve y el frío no me gustan, yo prefiero el sol y la temperatura del Mediterráneo para vivir.
A algunas familias, como la mía, que estaban a punto de tener un bebé, la nevada y la imposibilidad de moverse de casa e ir al hospital, les puso de los nervios. Pero al final, todos los bebés llegaron al mundo sanos y salvos y tocados por la mano de la nieve, ya que siempre serán los "niños del 62, de la gran nevada".
Feliz 50 aniversario a todos ellos, incluido uno de mis sobrinos, que este año se hace mayor de verdad...







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