domingo, 20 de noviembre de 2011

PERDER A ALGUIEN

El jueves 10 de noviembre, ocurrió: falleció mi hermano.
Que sí, que era muy mayor; que sí, que sólo pasó mal un mes y pico; que sí, que ya había vivido su vida...
Son comentarios que las personas hacen al saber de una muerte, para consolar, dicen.
Pero no consuela nada.
Tenía 80 años, había sido guapísimo, se dedicó en cuerpo y alma a su mujer, su novia de toda la vida, llevaban sesenta años juntos. Yo le había querido con locura.
Luego, la vida nos fue separando y él eligió a la familia de su mujer para construir una familia. Abandonó a la de su padre en cuanto éste falleció. Me abandonó a mí. Abandonó a su madrastra (que era mi madre), la vino a ver un par de meses antes de fallecer y eso que cada sábado venía a comprar a trescientos metros de donde vivíamos.
Parecen acciones de una persona que no te ama: que nunca piense en ti, que no te invite a la boda de su hijo, que no te presente a sus cuatro nietos, que jamás te pregunte cómo estás o cómo va tu vida, que cuando una llama, siempre se pone su mujer...
Debe haber sido así: que no me ha amado.
Me planteé no ir al hospital, ni al entierro. Pero el amor que le tuve pudo más que haberme omitido de su vida.
Fui al hospital, fui al entierro, me entristeció mucho verlo tan acabado, tan consumido, tan poco él. Y me sentó como un bálsamo. Las cuentas están saldadas. Descansa en paz Tete, hasta siempre, esto es lo que escribí el el libro de condolencias.
Y la familia que él construyó, que no es familia mía, porque no me quieren en ella, que les vaya bien, que sigan sus caminos en paz. No me siento unida a ninguno de ellos, de hecho, no conozco a ninguno verdaderamente. Creo que mi cuñada es una mujer con mucha fortaleza y podrá sobrevivir con cierta paz a la soledad. Me alegro por ella.
Ahora ya no tengo a nadie por esa rama de familia, muerto él, el vínculo se ha deshecho.
Descansen en paz, todos. Descansemos en paz, todos. Amén.


No hay comentarios: