lunes, 10 de enero de 2011

FUMAR, ESE GRAN PECADO

Estoy asombrada de la actitud dictatorial y fundamentalista del Estado, además de descomunalmente incoherente.
Ahora, para el Ministerio de Sanidad, fumar es susceptible de ser denunciado, delatado. "Hola, que en la Avenida Miramar 14 hay un restaurante y he visto fumar al dueño. Se llama Oscar Narváez", y una voz responde: "Muy bien ciudadano, así se hace".
Se prohibe fumar, se empuja a delatar, se proscribe a los fumadores, pero se sigue permitiendo a las tabacaleras producir y vender tabaco. Amén de los impuestos que se pagan por la hierba (recordemos que el tabaco es una planta).
Vaya, pues, que suerte tienen estas empresas y sus trabajadores.
¿Por qué no hacen lo mismo con los contaminantes que emiten los automóviles, y tambien respiramos?
¿O con las fábricas?
Con lo mismo, me refiero a proscribir, a estigmatizar, a delatar. Ah, claro, es que no son indefensos como los ciudadanos de a pie. Pueden hacer presión, negociar puntos del protocolo de Kyoto, ofrecer retribuciones...
Fumar no es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos, desde luego. Pero pasa igual con el alcohol, o con comer demasiado, o con hacer poco ejercicio, o hacer en exceso, o jugar a la PlayStation adictivamente. Ah, claro pero es que las consecuencias sólo las padece el pecador y con el humo, las padecemos todos. Pobrecitos, necesitamos a Papá Estado para que diga lo que se puede o no hacer, ya que si no, no somos capaces de protegernos a nosotros mismos.
Pues me parece inmoral que se vulnere la libertad de este modo. Pero lo dije en su día: primero viene lo de fumar y después vendrá todo lo demás. Y las personas que se alegran de esta ley, sin evaluar la trascendencia de la misma, ¿también se alegrarán cuándo Papaíto les restrinja otras libertades?
Es un ejemplo más de la inmoralidad que nos gobierna, pero esta vez, hecha ley.

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
Martin Niemoller.

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